Tenía ocho años cuando escuché por primera vez la palabra “bolsa”.
Mi tío había ganado tres millones de pesetas invirtiendo en empresas tecnológicas durante la burbuja de las .com. Me contaba que estaba hablando con su jefe cuando vio en las noticias que la bolsa se desplomaba, era el fin de la burbuja. Salió corriendo del trabajo, fue al banco (sí, se operaba así) y vendió. Había tenido suerte. Terra, la acción que había comprado se acabó desplomando poco más tarde y desapareciendo por completo no mucho después.
A mí, más que el dinero, lo que me fascinaba era el misterio:
¿Cómo podía alguien ganar dinero solo por tener una acción, si esa acción no me daba nada?
No entendía que el beneficio no venía del negocio, sino de vendérsela a otro más caro y eso que mi tío me lo explicaba. Esa forma de ganar dinero, que me parecía completamente incomprensible, me dejó fascinado. Ahí empezó, sin saberlo, todo esto.
Cuando tuve mi primer ordenador con internet, con 12 o 13 años, pasaba horas leyendo todo lo que encontraba sobre bolsa, empresas, inversión. Foros, artículos, PDFs, libros, cualquier cosa. Me enganché a la búsqueda de entender lo que al principio sólo eran términos, que por más que me esforzaba no entendía. Recuerdo incluso mi frustración por no entender las explicaciones que iba encontrando, aquello era muchísimo, enorme, un mundo entero.
Con 16, salía al recreo del colegio y cruzaba la calle para comprar el periódico económico del día en el kiosko. Lo leía entre clase y clase. A los 18, cuando me dieron la primera beca para la universidad, la invertí entera. Me fue bastante bien. Fue en la crisis de la Eurozona y todo estaba barato, lo que había escuchado siempre de compra lo que todos venden medio me funcionó. Aunque compré acciones de la CAM, y fue a la bancarrota.
En la universidad estudié análisis económico y me especialicé en finanzas. Por fin pude dedicarle casi todo mi tiempo a seguir aprendiendo por mi cuenta, y en la universidad, con ideas que ampliaron mi forma de ver el riesgo, los ciclos, y la valoración de activos.
Para los 24 ya llevaba seis años invirtiendo por mi cuenta. Muchos errores, alguna buena decisión, y una obsesión creciente.
En algún momento de esos años también probé con las divisas. Estuve bastante tiempo intentándolo, con esfuerzo y disciplina, madrugaba todos los días para operar la “Ventana europea”… pero no era lo mío. Perdí siempre. No conectaba con ese mundo. Lo mío era otra cosa: ver los números de una empresa, leer sus estados financieros y detectar el potencial que otros aún no habían visto. Disfrutaba leyendo las cuentas de una, y otra y otra empresa, simplemente por hobby. Desde las notas a pie de página de Enron hasta los derivados del Deutsche Bank.
En 2016 descubrí las materias primas. Después de años de caída, el sector estaba lleno de oportunidades. Compré mis dos primeras empresas de materias primas: Bankers Petroleum y Highland Gold Mining. Las dos fueron compradas poco después por más del doble de lo que había invertido. Desde entonces, la minería es mi foco.
Sigo leyendo, modelando, comparando empresas. Me interesan las junior miners, los ciclos de commodities, los activos mal malorados que nadie mira y todo lo que implique valor mal entendido. Todo eso quiero compartir aquí.
Esta newsletter nace de esa obsesión, y de la necesidad de escribir.
No voy a vender certezas. Solo ideas, análisis y aprendizajes, desde la perspectiva de alguien que invierte por su cuenta, con curiosidad, profundidad y sin humo.
Aquí encontrarás:
Análisis financieros de compañías mineras
Opinión sobre materias primas, ciclos y economía
Ideas de inversión, riesgo y oportunidades fuera del radar
Reflexiones sobre mercados, psicología y decisiones
Gracias por estar aquí.
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Nos leemos pronto.